El otro día bajé a desayunar con mi hijo, antes de llevarle a sus sesiones de atención temprana, y tenía el salón y la cocina llenas de hormigas. Sé que no es nada especialmente grave, pero en ese momento me desbordé. Como si fuera la gota que colmaba un vaso.
Sin duda, desde que soy madre, esto me pasa con mucha frecuencia… vivo tan al límite de cosas que tengo que hacer, que en el momento en el que pasa algo “de más”, todo se desmorona y esa balanza que tan cuidadosamente he construído, se desequilibra. Como un malabarista al que se le caen todas las pelotas de golpe al suelo.
Era un desborde más. Y sin embargo fue muy definitivo, porque realmente estoy muy cansada. Mi trabajo en GoDaddy, El Ágora y otros proyectos en los que actualmente estoy involucrada a nivel profesional. Mis redes sociales… que llevan tiempo. Además de logopedas, fisioterapeutas, terapia ocupacional, citas médicas y todo lo que conlleva la normo-crianza en todas las familias. A eso intenta sumarle el entrenar, las relaciones personales y esa tiranía del “autocuidado que nos rodea”.
Sentí que algo tenía que soltar. Que el mítico “yo no renuncio” me hace más mal que bien. Que aceptar la renuncia era sin duda, el mejor camino para mi bienestar emocional.
Y decidí no publicar nada en redes sociales… porque la fatiga por la creación de contenidos estaba siendo lo que menos me aporta y lo que más me consume.
No solo tengo fatiga de tener que estar compartiendo y generando contenidos. Como si no poner stories fuera a ser lo que haga que el algoritmo me deje de mostrar para siempre. Además, siento odio por tener que resumir en menos de un minuto lo que sé sobre un tema. No puedo. Me cuesta. Siento que es un contenido que no encaja con mi misión.
Mis contenidos no funcionan como yo querría. Y lo mismo tengo unas expectativas demasiado altas. O quizá solo estoy copiando lo que otras personas hacen y genero una frustración por no acertar con lo que mi audiencia busca.
La naturalidad con la que antes hablaba en redes se había ido, o eso, o ya no era lo suficientemente diferenciadora para enganchar a nuevas personas.
Lo he intentando, no una ni dos veces, sino durante 228 publicaciones.
Algunas veces lo conseguí y otras no.
Sé perfectamente cómo se hace esto, pero os aseguro que es muy distinto hacerlo para una marca que para una misma. Al final, tras mucho trabajo y planificación, tenía la eterna sensación de estar arrancando unas pocas visualizaciones extra al algoritmo.
Volver, tras un embarazo, una pandemia, un parto, una maternidad y tras haber cruzado el desierto de arenas movedizas que es el postparto… volver, ha sido lo más difícil que he hecho en mucho tiempo. Y sin duda creo que todavía lo estoy haciendo.
Por eso he decidido parar de generar este tipo de contenidos en redes sociales. Darme un tiempo de reflexión y volver con algo que de verdad me apetezca hacer. Parar y pensar es algo que siempre me parece interesante.
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Podría no contar nada, decir que me voy de vacaciones y publicar fotos de la playa. Pero creo que esto se basa en compartir aprendizajes y en conectar con otras personas que (puede) que estén pasando por lo mismo.
Así que lo digo y me desnudo. Sin vergüenza ni apuro. Porque para mi tiene el mismo valor el intentarlo, que el conseguirlo.
Lo que tengo claro es que en este proceso, he descuidado a amigos, proyectos personales, incluso proyectos profesionales… y pese a haberlo dado todo con Gabriel, mi hijo, cada vez que me dice “móvil no mama” y yo estoy subiendo otro reel, siento una puñalada en el pecho que duele más de lo que parece.
Os deseo un verano inolvidable. Lleno de momentos bonitos. Espero que podáis descansar y compartir tiempo con los vuestros.
Nos vemos a la vuelta. Ya veremos cómo, pero nos veremos.