Me he pasado un verano sin publicar. En un primer momento pensé incluso en desinstalarme las aplicaciones de redes sociales, pero luego decidí simplemente consultarlas y escribir a quien me apeteciera, pero no publicar.
Los primeros días confieso que me costó perder la costumbre de contar lo que me estaba pasando, pero al final sentí un alivio de no tener que estar narrando mi vida o mis pensamientos.
Y mira, no voy a engañar a nadie, me ha sentado genial, porque tenía fatiga de creación de contenidos.
Te cuento por qué lo he hecho
Hace año y medio decidí “recuperar” mi marca personal. Básicamente, yo nunca había estructurado una marca personal: solo escribía en mi blog lo que aprendía, hablaba en redes de mi día a día, daba clases, conferencias, colaboraba con marcas de tanto en cuando y lo hacía todo de manera natural.
Este camino se desvió un poco por dos motivos principales: el declive de twitter, que me hizo perder impacto con mis contenidos, y mi maternidad, que me hizo olvidarme de mi “yo profesional” para centrarme en mi yo personal.
Durante más de un año abandoné twitter y, cuando aterricé en Instagram, lo hice centrándome en mi vida personal 100%. Y claro, me estanqué en mi crecimiento profesional, sentí que me dejaban de llamar para ir a congresos y convertí un hecho tan bonito como mi maternidad en una tumba de alcance e impactó.
Cuando salí de mi postparto (aproximadamente al año) no sabía ni por donde empezar a reestructurarme profesionalmente ya que nunca había llegado a construir nada. Me hice fotos, cambié el logo, lancé una iniciativa formativa con el objetivo de aportar una óptica distinta a los contenidos que iba a mitad de camino entre la comunicación, el diseño de producto y el marketing digital.
En este proceso, intenté replicar los contenidos que hacían otras compañeras en Instagram, con el falso objetivo de reposicionarne en una red a la que llegaba tarde. Empecé a hacer el típico contenido educativo… y digo típico porque no era nada diferenciado. Era lo mismo que cualquier otra influencer llevaba años haciendo en una red social a la que yo llegaba tarde.
Y sin embargo eso no funcionaba
Año y medio después sentí que no estaba funcionando este contenido. Que estaba feliz con mi logo, con mi imagen, con El Ágora… pero no me funcionaba el contenido en Instagram porque ni estaba siendo genuina, sino una copia más de lo que a otras personas si les funciona.
(Ojo al baño de humildad que me tuve que dar para llegar a este punto. Pero cuando las cosas son así, hay que decirlas y punto)
En este tiempo he sentido la fatiga por creación de contenidos. Es decir, me he quemado de hacer vídeos de mierda. Me llevo un aprendizaje enorme, pero a un precio que no quería tener que pagar.
Por eso decidí parar
Este verano sin publicar ha sido maravilloso. He grabado mucho con el móvil para editar vídeos en horizontal de los que me pide mi hijo que le enseñe y de los que atesoran momentos que nunca verán las redes sociales. He jugado en el barro, saltado playa, reído a carcajadas, acompañado en rabietas y descubierto un mundo entero palabra a palabra.
Con qué poco he sido feliz.
Y qué de sonrisas y besos me llevo de esta desconexión.
En este impás solo me apetecía escribir, algo que con tanto vídeo de mierda tuve que dejar de lado y que me aporta más a nivel personal que contarte “los 3 motivos por los que deberías incluir el email marketing en tu estrategia de contenidos”.
Y lo sé, la gente no lee artículos y sólo consume vídeos de 40 segundos.
Así que el reto para mi no ha terminado… porque tengo que entender qué contenido es relevante y diferenciador para una audiencia (manda narices que lo haga a nivel profesional en mi día a día y no sea capaz de hacerlo a nivel personal).
Seguro que os iré actualizando.